LA PSICOLOGÍA DE MASAS EN CATÁTROFES, LA PROPAGACIÓN DE RUMORES Y LOS SESGOS COGNITIVOS EN LOS COMPORTAMIENTOS DELICTIVOS.

En los últimos meses, nos hemos encontrado con comportamientos sociales que están generando infinidad de rumores o noticias falsas entono al COVID-19.

Una catástrofe como esta surge de un suceso negativo (un virus potencialmente letal e incontrolable), imprevisto y arrollador que trae consigo destrucciones materiales y pérdidas humanas importantes, ocasionando un gran número de víctimas y desorganización social. A su vez, se producen día a día, actitudes de hostigación, persecución, insulto o asalto a la intimidad a quienes culpamos de que este hecho se produzca. Sin embargo, no todas estas reacciones de buscar culpables aparecen en todas las pandemias, son típicas cuando: la enfermedad es fuertemente letal, aparece de repente, la tasa de mortalidad aumenta rápidamente, se cree que en el contagio de la enfermedad y en el riesgo de grupos vulnerables a contraerla y además, resulta una enfermedad desconocida.

Como podemos comprobar, este virus cumple con todos los requisitos, alterando profundamente el pensamiento acerca de nosotros mismos, del mundo y de nuestra relación con el resto de iguales. Tendemos a creer que el mundo es benevolente, que hay personas que son buenas. Tendemos a agarrarnos a la creencia de que el mundo tiene sentido, que las cosas no ocurren por azar, que son controlables (ilusión de control), que las personas reciben lo que se merecen y que lo que nos ocurre es justo. También tendemos a tener una buena imagen de nosotros mismos y creemos que nuestra opiniones y emociones las comparte la mayoría de la gente. Además, nos sentimos relativamente invulnerables y predecimos el futuro de manera positiva.

Las dos últimas menciones, crean los sesgos de falsa unicidad e ilusión de invulnerabilidad, manifestado en culturas individualistas que valoran la autonomía e independencia de la persona como ocurre en España, pero no surgen en sujetos de culturas colectivistas asiáticas.

Los españoles, por la cantidad de sesgos culturales que acumulamos, tras el desastre tenderemos a culpar de lo ocurrido a un grupo concreto, fomentando los discursos de odio y no valorando el cómo hemos podido salir de la situación, manifestando en muchas ocasiones la ira en forma de acción delictiva.